El lenguaje de las ciudades

Reseña para #leerlaciudad

Dejan Sudjic estudió para ser arquitecto, pero se declaró demasiado inquieto y demasiado inepto para construir edificios. Su agilidad y curiosidad lo llevaron a ser escritor, editor y curador en torno al diseño. Sudjic cree en el diseño que puede y debe darle mucho a la sociedad, así como puede restringirle, siendo que, como práctica de construcción del mundo (sus partes), no siempre es un fenómeno positivo.

Desde esa mirada es que él observa y comparte. Pero en ese quehacer lo más importante de su aportación al proceso de reflexión y conocimiento de la historia del diseño, el el diseño mismo de sus preguntas.

Sudjik se suma al grupo de periodistas, como Jane Jacobs o el mismo Rem Koolhaas, que han sabido preguntarle a las ciudades qué son y por qué las entendemos como las entendemos y que, en el esfuerzo de ampliar la discusión, han intentado responderlas.

El lenguaje de las ciudades es un trayecto por diferentes preguntas que se hace el autor para entender la “naturaleza de las ciudades”.

Qué son las ciudades es una pregunta con la que el texto nos pone en un primer momento en el territorio de su definición: “La Ciudad del Mundo”, como comúnmente se reconoce a Nueva York y como Walt Whitman se refiere a ella en el poema, citado en este mismo libro y escrito en el espacio que anteriormente ocuparan las Torres Gemelas; esta primera sección comparte conceptos y elementos básicos que nos permitan entenderla junto con la Ciudad Prohibida, el corazón de Beijing, que en la historia de China ha formalizado la diferenciación entre los ciudadanos rurales y los urbanos o con Atenas, ciudad que también fue creada como monumento de un sistema urbano. Pero ¿qué es eso que las hace e hizo ciudades y qué es lo que las diferencia en su fundación y en su actualidad?

¿Quiénes crearon las ciudades, qué modelo (democrático o autocrático) siguieron para su construcción física y social? Y, ¿qué no son las ciudades (si esto ayuda a entender lo que sí son)?

Una base militar, un poblado en un punto de extracción de minerales, un conjunto de viviendas y una granja, un conjunto de casas residenciales no son ciudad, escribe Sudjic. Pero, los asentamientos de viviendas en las afueras de Mumbai, con sistemas de horticultura, donde los habitantes trabajan en los restaurantes o las construcciones de los rascacielos del interior de la ciudad, ¿son ciudad?

Si las ciudades son también el número de habitantes, ¿qué pasa en lugares como en Londres, donde la mayoría de los nacimientos son de padres nacidos fuera de esa ciudad y seguramente fuera de Gran Bretaña? Las aglomeraciones que comprenden más de tres entidades políticas, 52 municipios y 16 nuevas alcaldías, como la Ciudad de México, ¿son ciudades? Si, las ciudades también son eso, según el autor. Su escala, pero también su constante transformación, las hace una ciudad, así como su incapacidad de controlar el espacio, las personas, la política. Y es esa complejidad, una cualidad positiva de las ciudades, la que el autor defiende.

Las ciudades, como creación artificial, son espacios, pero también ideas y nociones. En un sinuoso navegar por ellas, Sudjic revela sus orígenes. La lógica de ubicación de Brasilia en el “cruce” de caminos que en un futuro conectarán las ciudades brasileñas a partir de la “modernidad” y su impacto inclusive en la manera de nombrar sus calles, sus “sectores”. Estambul, antes Constantinopla, antes Bizantino, es sin duda una construcción de múltiples identidades, donde hoy se disputa su pluralismo y acercamiento con una Unión Europea en contraposición con una visión autoritaria, situación que repercute en el devenir de los símbolos urbanos (monumentos, nombres de avenidas, edificios públicos) que no solo nos ayudan a navegar la ciudad, también nos permiten identificarla ideológicamente.

¿Cómo se definen las identidades de una ciudad? ¿Tenemos la voluntad y las herramientas para acercarnos, para entender, para incorporar múltiples identidades? Al unificar, ¿qué culturas y qué formas borramos, qué sectores sociales invisibilizamos?

En una siguiente escala, el texto nos acerca a esos pedazos o grandes aspectos transversales de la ciudad que definen las grandes transformaciones urbanas. Cómo cambian las ciudades es una pregunta que Sudjic le hace a  “los nuevos centros comerciales que forman la base de los edificios de oficinas con los habituales restaurantes de cadena” o a las enormes maquetas visionarias de Shanghai o Beijing, que frente a la transformación real, se quedaron cortas. ¿Cuáles son los diferentes modelos o estrategias que siguieron las ciudades para permitir o para no frenar cambios en su estructura urbana? ¿Cómo se explican los “booms” inmobiliarios y quiénes los impulsan? ¿Qué elementos encontramos en las grandes transformaciones? ¿Incide el papel de empresas transnacionales en la generalización de elementos urbanos que encontramos de igual manera en Canary Wharf en Londres, Battery Park en Nueva York y en Santa Fé en la CDMX? Los siempre nuevos e icónicos aeropuertos, los rascacielos en constante competencia, los nuevos barrios en regeneración, las calles cada vez más seguras, pero genéricas(…) evidencian lo que el pensamiento marxista define como producción de la ciudad como mercancía a nivel global; el “éxito” de la ciudad, en ese sentido, puede ser también su propia amenaza, afirma el autor: ciudades cada vez más caras, menos porosas, menos diversas.

En la multiplicidad de fuerzas que definen la ciudad, Sudjic pregunta quién y cómo se gobierna la máquina de la ciudad. La conocida historia de Robert Moses y Jane Jacobs en disputa por el tipo de visión urbana, así como el progresivo papel de empresas privadas en la construcción de ciudades ideales, “limpias de todo mal urbano”, ejemplifican el conflicto universal y contemporáneo sobre los poderes y fuerzas que gobiernan las ciudades, lo cual nos hace cuestionarnos ¿dónde quedó el estado? ¿Quién define hoy lo que es común y lo que es individual, quién protege lo que es general sobre lo particular, quién garantiza lo público sobre lo privado? Es importante cuestionarlo para entender qué tipo de instituciones deberían gobernar las ciudades, espacios creadores de vida pública, pues ese espacio está en disputa.

Qué ideas de ciudad han acompañado el devenir urbano es una pregunta con la que continúa el autor y plantea un viaje obligado a la teorías y sus expresiones físicas, para así entender los motores ideológicos de las formas y dinámicas espaciales que experimentamos. Por otro lado, presenta también diferentes maneras de acercarnos a leer las ciudades. Bernham, Venturi y Scott Brown, Koolhaas; escuelas que invitan a revisar lo urbano desde puntos distantes, menos comunes, con otras temporalidades, sensibles a la naturaleza del contexto de cada ciudad. Esto nos invita a despojarnos de prejuicios y preconceptos eurocentristas. Nuevamente, ¿quién determina qué es la ciudad y cómo se define el urbanismo?

El autor concluye definiendo una condición urbana que hoy especialmente está formando o deformando los espacios físicos y discursivos a una escala importante: las multitudes. ¿Cómo se están diseñando o rediseñando las ciudades para la cantidad de personas que las visitan, que se mudan a ella, que se mueven en ella todos los días y que luchan por ella para no salir de ella?

Sudjic hace énfasis en que una ciudad sin multitud no tiene voz, ni vida y genera miedo; así como una multitud tiene la capacidad también de tumbar proyectos y derrocar un gobierno: ahí el amor y el temor a las masas. Y si, la ciudad, lo urbano, la ciudadanía, son conceptos que hoy están en disputa más que nunca.

Con qué preguntas podemos entender las ciudades y cómo las respondemos son las tareas que deja implícitas Dejan Sudjic. Observarlas, tal cual como lo hacía Jane Jacobs, rescatar los acontecimientos históricos que permiten entender los porqués de algunos fenómenos, discutir comparando, discutir leyendo otras voces. En fin, provocar desde la discusión.

 

El lenguaje de las ciudades